Entre los miembros de las Fuerzas Armadas estadounidenses, los republicanos suelen llevarse alrededor de cuatro de cada cinco votos. Eso implica que, al menos en teoría, los soldados están por los 'valores tradicionales', de los que el Partido Republicano se ha erigido en defensor.
Sin embargo, el generalato parece pensar que esos valores no cuentan cuando se quita el uniforme. Es decir: cuando están desnudos. El problema es que la legislación castrense estadounidense es todavía más dura que la que se aplica a los civiles.
Encima, tanto el Gobierno como el Senado parecen decididos a limpiar el honor de la milicia. De los 18 generales de cuatro estrellas (el máximo que han logrado los militares estadounidenses desde la Segunda Guerra Mundial) que han sido expulsados de las Fuerzas Armadas en los últimos años, 10 lo han sido por delitos sexuales.
Mañana lunes comienza uno de los casos más sonados en esta oleada de escándalos: el tribunal de guerra contra el general de una estrella Jeffrey Sinclair, uno de los responsables de la 82 División Aerotransportada, una de las unidades con más solera de EEUU. Sinclair es acusado de adulterio, actos indecentes, incumplimiento de órdenes, uso de alcohol en una zona de guerra y violación. Si es declarado culpable, es muy probable que se pase el resto de la vida en la cárcel.
La acusación procede de la que fue su amante durante tres años, una capitana del Ejército de Tierra. Según su testimonio, Sinclair la obligó a tener relaciones sexuales anales y orales al menos en dos ocasiones desde que terminaron la relación. En los ratos que le dejaba libre el aprovisionamiento de la 82 Aerotransportada, el general debía de mantener una actividad hormonal desatada, ya que otras dos mujeres a sus órdenes han declarado que le dieron fotos en las que ellas aparecían desnudas.
Aparentemente, el general se lo había pedido. Y ellas, disciplinadamente, habían obedecido las órdenes del superior. El que no hizo lo propio fue Sinclair. Cuando el máximo responsable de la unidad, el general James Huggings, le dijo que dejara de acosar a la capitana porque así no hay forma de ganar una guerra, Sinclair no le hizo ni caso, e incluso llegó a amenazar a su ex amante con matarla a ella y a su familia si contaba el 'affaire'. Ante semejante declaración, la mujer dejó de llamarle "guapito" (así podría traducirse 'sexy pants', que literalmente significa "pantalones sexys") y fue a las autoridades militares. En todo caso, el que entonces era máximo responsable de la Guerra de Afganistán, el general John Allen, mantenía una enloquecida correspondencia por email con su amiga Jill Kelley que incluía viriles fotos del soldado desnudo de cintura para arriba. Kelly vive en Tampa, en Florida, la ciudad que es sede del Mando Central de EEUU, que es el que lleva a cabo operaciones militares desde Afganistán hasta Egipto. Pero Tampa es también famosa en todo Estados Unidos por el número y la calidad de sus clubs de striptease y alterne.
Sin embargo, todos estos casos también tienen un lado trágico. En muchas ocasiones, reflejan una cultura que incluye violaciones tanto a mujeres como a hombres. Y ahí, el papel de encubridor corresponde a los generales -hombres y mujeres-.
La teniente general Susan Helms -la primera soldado estadounidense que salió al espacio- ha visto bloqueada su cuarta estrella y su promoción a vicecomandante del Mando Espacial de la Fuerza Aérea después de que el Senado descubriera que había declarado nula una sentencia por violación cuando fue comandante de la gigantesca base aérea de Vandenberg, en California. El teniente general Craig Franklin también se ha quedado sin un ascenso por haber tapado una violación en la Fuerza Aérea en Europa.
En ambos casos, los generales decidieron usar los poderes de su cargo para declarar nulas y sin efecto sendas sentencias por violación. Ninguno de los dos mandos explicó las razones de su decisión.